Caras vemos, abortos no sabemos

Durante una reunión de ex-mejores amigas de secundaria, ahora simplemente amigas, una de ellas a quien nombraré Fulanita nos confesó que a la tierna edad de 14 años quedó embarazada de su novio, cuya única gracia era tener los ojos color púrpura (es real, yo lo conocí) y vender drogas en la Colonia Moctezuma.

Resulta que Fulanita se enteró que estaba encinta y pensó en todas las posibilidades dentro de las cuales no entraba el decirle a su madre, ya que esta podría poco menos que matarla, (una vez la golpeó frente a mi por no lavar unos trastes lo cual indica que literalmente podría haberla matado).

Fulanita optó por pensar positivamente y que al contarle a Fulanito que serían padres, éste se casaría con ella y vivirían felices para siempre pero con lo que no contaba es que camino a casa de Fulanito lo vio a lo lejos besándose con una chica.

Fulanita ahora con un embarazo de 8 semanas y la rabia que cualquier mujer experimenta al verse traicionada por el amor de su vida, tomó la decisión de abortar, ya no por convicción propia sino por despecho. Confiesa haberle mentido a un conocido para que le prestara 500 pesos que en aquél entonces, para una niña de nuestra edad, era prácticamente imposible contar con tal cantidad de dinero. Mismos con los que adquirió unas pastillas “especiales para abortos” que alguien le recomendó.

A la mañana siguiente, asistió de manera regular a la escuela y al terminar las clases se apresuró a llegar a su casa, de este modo, contaba con 6 horas para realizar la operación aborto antes de que su madre regresara del trabajo. Fulanita lo tenía todo fríamente calculado, dejó detrás de la taza del baño un frasco de Gerber para el momento en que el producto saliera, colocarlo ahí.

Le dieron las 4, las 5, las 6 y las 7 y llegó la hora de encontrar en el metro a su mamá como diariamente lo hacía. Camino a casa, Fulanita sintió un fuerte dolor en el vientre y le dijo a su mamá que tenía que adelantarse corriendo al baño porque tenía un retortijón (jiji me da risa esa palabra).

Ella relató:

Primero sangre y sangre y sangre y después sentí que venía el producto, así que me coloqué el frasco para que cayera en él, permanecí en el baño por algunos minutos más hasta que paró la hemorragia, tapé el frasco, y lo coloqué detrás del retrete.

Durante el mes siguiente, Fulano me buscó y buscó y yo lo ignoraba hasta el día que no lo soportó más y me esperó afuera de mi casa, con tono agresivo me preguntó que por qué tenía esa actitud con él, "Bueno, ya dime que te traes" Y yo respondí: ¿Quieres saber que me traigo? Pues espera aquí, ahora te lo mostraré.

Subí a mi casa por el frasco con el feto, parecía un camaroncito y fíjate, pasó casi un mes y se notó como en mi casa nunca lavaban el baño ya que nadie lo vio! Lo puse frente a Fulano y le grité "¡esto fue lo que pasó mientras tu besabas a otras zorras!" Él quedó impresionado y me dio dos bofetadas y dijo que nunca me lo perdonaría.

A doce años de aquella anécdota, mi amiga Fulana pudo al fin contarnos lo que durante nuestros años de secundaria no pudo por temor a ser rechazada o criticada por nosotras sus "amigas" y tuvo razón, ella siendo dos años mayor que el resto de las que conformábamos el grupo de cuatro entrañables amigas, vivía un tanto apresurado para nosotras, las de mente aún "inocente" que lejos de experimentar con relaciones sexuales, sólo pensábamos en travesuras que no iban más allá de irnos de pinta a Chapultepec o saltarnos clases escondidas en el baño de niñas y aprender a fumar. Ella afirma que haber tenido que callar su dolor durante tanto tiempo sin poder compartirlo con nadie fue algo que la lastimó durante mucho tiempo, además del sentimiento de culpa que la acompañó todos estos años.

Puedo asegurar que si mi amiga me hubiese contado, la habría apoyado a pesar de lo desconcertante que pudo ser para mí el tema sobre el cual era absolutamente inexperta, pero Fulana era mi amiga y si estuve a su lado cuando le dieron 2 balazos en la pierna y no pudo caminar durante 3 meses pues pude haberle apoyado también en ese otro terrible episodio. Pero hubiera, hubiese, habría y pude haber, no existen.

Fulana acepta que lo que hizo no es algo que la enorgullezca, aprendió de una manera muy dura, que el sexo es una cuestión que conlleva responsabilidades o al menos eso creí hasta que me hizo una segunda confesión: "probablemente mi hijo de 6 años no es de mi marido, es de aquél fulano del que una vez estuve embarazada y con quien tuve relaciones el mismo día que con mi marido"

PLOP! Me rindo contigo amiga pero eso no significa que no la quiera, respeto su manera tan particular de vivir la vida. Al final, cada cabeza definitivamente es un mundo.


Niñas menores de 21 que me leen: no es necesario vivir este tipo de experiencias desagradables, ya tuve 13, 14, 15 y 16 años y sé que la calentura es un enemigo difícil de vencer, un aborto las llevará a realizar acciones que en un acto desesperado puede incluso, privarlas de la vida.

Si ya de plano sienten que se les va el tren, que no pueden negarse ante la petición de la prueba de amor de ese que creen que es el amor de su vida, que otro galanazo como él no se van a volver a encontrar ni en un millon de años y que no puden contenerse ni un minuto más para tener relaciones con Perengano, el cual lamento desilusionarlas pero en 6 años, con las hormonas ya bajo control, se darán cuenta que ese al que ustedes ven como a Brad Pitt era nada menos que el hermano de Jason (viernes 13); pues yo sólo les recomiendo, les ruego les imploro por su bien que se cuiden, hay condones de todos los tamaños, colores y sabores o los anticonceptivos que ahora no sólo nos protegen de embarazos-no-deseados si no que además: mejoran la piel, corrigen problemas de acné, no engordas y hasta te liberan cada mes de los cólicos que tanto nos hacen sufrir.

Atentemente: Roxana Teresa de Calcuta.


Tuve una regresión a los 9 años cuando entonaba a todo pulmón la canción de Gloria Trevi "chica embarazada" sin tener ni idea de lo que cantaba. JI, nostalgia por mi inocencia.




JaJa no sé que me fascina más, si el jorongo, las cejas de azotador, el Ahh que exclama el público al oir la música de cuna o que en aquél entonces la gente portaba sus mejores garras para asistir a Siempre en Domingo.
Quiero una greña como la de la Trevi!
Ya me voy a dormir y recuerden que: ¡Aún hay más!